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  • Foto del escritorLuis Montenegro

En Algún Rincón Remoto...

En la cima de las oscuras montañas sin nombre, o si alguna vez lo tuvieron ya nadie lo recuerda, se alza la gigantesca torre de cristal negro sostenida por cimientos de roca volcánica, rodeada por afilados picos que abruman a los seres vivos con la energía oscura que desprenden de la superficie agrietada, pero se mantienen allí sin desplomarse. Se dice que nada ni nadie la construyó; más bien está allí desde el principio de los tiempos, cuando la tierra era estéril y bestias de todas las formas imaginables gobernaron bajo la ley de la supervivencia del más fuerte. Gracias a la sangre derramada durante poco más de un milenio la matriz del mundo logró producir vida, y dio origen a las plantas.


Junto a la torre se extienden bastos terrenos boscosos donde abunda la oscuridad por entre los árboles de altas copas y ramas retorcidas, cruzados por torrentosos Ríos sin vida carnal y aguas cristalinas. Allí se logra ver algas que se sacuden y se enroscan como tentáculos alrededor de las piedras celestes, blancas y grises del lecho. Según cuentan los chamanes las aguas están infestadas de espíritus que no logran arrancar su esencia de la tierra, atados a la barrera que separa este mundo con el de los muertos con un cordón de energía oscura forjado con el odio hacia los que quedan atrás, y un deseo enfermizo de resucitar para devorar carne de las criptas donde deberían descansar.


Los valientes que se han aventurado a este territorio en búsqueda de las respuestas de tantos misterios y consiguen regresar, dicen que han visto asentamientos en claros y mesetas de hombres de pieles grises y largas cabelleras negras; además, afirman que sus construcciones están erigidas en piedra, con altos muros reforzados en donde se sitúan almenas y grandes torres, puntos desde donde vigilan sin descanso entes pétreos que alguna vez fueron de carne y hueso, hasta que fueron sellados con una maldición en la roca. Las construcciones tienen forma piramidal, presentando extraños grabados en su superficie en donde aparecen aves monstruosas con cola de serpiente, y otras criaturas aladas que se sospechan dragones. Seguramente narran historias de antaño, antes de que la humanidad caminara sobre los vastos campos de este nuevo mundo.


Los templos fueron construidos bajo tierra con torres retorcidas que ascienden verticalmente, de forma imposible, tal como lo haría una enredadera que busca sofocar al más fuerte de los árboles. Nadie comprende cómo se consiguió aquella torsión, teniendo en cuenta de que son de mármol gris, y las estrías de los muros siguen un mismo patrón, ascendiendo de forma uniforme como si persiguieran el sol y la luna. Apegadas a estos recintos se reconocen estatuas de dioses desconocidos. De ellos, el más representado es uno con cabeza de caballo y alas emplumadas. No queda duda de que nadie se enteraría de esa civilización perdida, si no fuese por la poderosa magia de los manipuladores de la fuerza natural, que se adentran en aquellos dominios sin temor, bajo trance.





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